por Deddie Almodóvar Ojeda
Somos seres que amamos el espacio. El espacio literal, imaginario, lleno, vacío, cálido, húmedo, seco, vibrante, incómodo, agobiante, excitante, caluroso, pegajoso, suelto… El espacio que no entendemos y teorizamos. El espacio que llenamos luego de una mudanza. El espacio que acoge el piano del vecino que está tocando. El espacio que despedimos con nostalgia (porque todos los espacios encierran vivencias memorables). El espacio negro y blanco, con toque amarillo girasol. Ese que me regalaste con el latir de tu mirada (sentido con el que vivirías y a la vez no; porque sabes que amarías conocer la vida en color negro). El es-pa-ci-o… o-ic-ap-se… que con gravedad o sin ella amamos y enloquecemos. Palabra (espacio). Sonido /espasio/. Los seres humanos aman (amamos) el espacio.
Amanda y Adriana corren y ríen encerradas entre paredes blancas de energía colorida:
— Ecoooooo– y aunque distante, le contesta. –Eee..coooo…
Vuelven a reír.
-Qué bello es el límite. Sin él no sabríamos lo infinita y bella que es la vida.
[Cae un pétalo en el reflejo de la ciudad donde el pintor acaba de encontrar inspiración; y ellas aunque a 17 años luz no lo ven, les afecta. Giran].
Acostadas en la loseta desnuda, Amanda y Adriana se volvieron a mirar. Las manos suaves, e invisibles pero existentes de las notas transparentes del piano las hicieron comprender: que mientras se miraban a los ojos la felicidad ya la habían encontrado. No importa que espacio hayan habitado antes, su ser siempre volvería a encontrarse para ser feliz.
Amanda y Adriana somos tú y yo desde hace muchas vidas atrás.
Dedicado a Jorge, Yan, Janilka y Amanda.
Ojoscarbón 
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